Tiene el fuego del sur y la dulzura de una caricia que deja huella. Su cabello dorado cae en ondas suaves, como si estuviera hecho para perderse entre las manos, y su piel conserva el calor de los veranos infinitos junto al río.
Es esbelta, pero cada gesto suyo transmite una energía que atrapa. Camina con una seguridad innata, sin necesidad de demostrar nada, mezclando ternura y picardía en una combinación que enciende el aire cuando pasa.
Cuando te mira, todo el mundo se reduce a sus ojos; y cuando sonríe, parece que todo puede lograrse. Su voz tiene esa cadencia argentina, dulce y tentadora, que convierte en deseo cada palabra. En su compañía, hasta el silencio late con ritmo propio.
